viernes, 24 de agosto de 2018

Levantando las banderas de la educación pública


Corrían las primeras décadas del siglo XX y el mundo se encontraba convulsionado. Las anquilosadas estructuras que lo sostenían comenzaban a ser cuestionadas en todas las latitudes. La revolución mexicana en 1910, la rusa en 1917 y las potencias en guerra desde 1914 marcaban un cambio en el mundo occidental tal como se conocía. Las ideas socialistas, marxistas y anarquistas sacudían las columnas del imperialismo. En nuestro país, el régimen oligárquico conservador había sido derrotado por el naciente partido de la Unión Cívica Radical, consagradas en elecciones gracias a la apertura electoral que brindó la promulgación de la Ley Sáenz Peña.

Años de inmigración en Argentina. Las universidades se colmaron de los hijos de los llegados de otros lugares del mundo. Una rebosante clase media, con aspiraciones de ascenso social por medio de la educación, llenó las aulas de las universidades nacionales y con ellos, llegaron sus reclamos por cambios en la dinámica colonial que mantenían las casas de estudio.

En 1918 existían tres universidades nacionales en el territorio nacional: la de Buenos Aires, la de La Plata y la de Córdoba. Esta última sería la universidad cuna de un movimiento reformista que sentaría las bases de lo que hoy es la manera de organización de las Universidades Nacionales de todo el país, incluso, sería proa de barco de movimientos estudiantiles a lo largo de toda Hispanoamérica y el mundo entero.

A cien años de los acontecimientos que derribaron los privilegios de unos pocos, es preciso como Universidad Tecnológica Nacional -y habiendo nacido para y por los obreros-, recordar estos procesos y levantar la importante bandera de la educación pública.

Un poco de historia


La Universidad Nacional de Córdoba mantenía para el año 1918 las viejas estructuras heredadas de sus fundadores. En ese marco, los estudiantes cordobeses comenzaron a exigir la introducción de reformas en pos de modernizar la Universidad. Su primera acción tuvo lugar en marzo de 1918, al principio con un tímido reclamo en las calles, hasta llegar -ante la intransigencia de las autoridades- a la huelga general que ocasionó el no inicio de las clases. En abril, el gobierno nacional decretó la intervención de la institución, mientras en la ciudad de Buenos Aires se conformaba la Federación Universitaria Argentina.

El 15 de junio se transformaría en un día histórico: eran las elecciones para el Rectorado. El triunfo del candidato clerical desembocó en una rápida respuesta de los reformistas, con una toma de la facultad y huelga general, que velozmente se extendió a nivel nacional con la adhesión de los estudiantes de las restantes universidades del país. El 21 de junio se publicó el Manifiesto Liminar en la Gaceta Universitaria de los estudiantes de Córdoba, escrito que aún hoy emociona por su fuerza. En el mes de agosto volvería a ser intervenida esta Universidad, pero en septiembre los estudiantes radicalizaron sus medidas asumiendo funciones de gobierno. Ya no había marcha atrás y las autoridades atendieron sus reclamos. Para 1921 la Reforma Universitaria regiría en todo el país, marcando un hito en la historia de la educación argentina y americana.

Un compromiso de todos


Hoy, la Universidad pública, plural, gratuita y cogobernada son los atributos que distinguen a la educación superior en Argentina. Fue a causa de la lucha de estos jóvenes, en la lejana Córdoba del Centenario, que se consiguieron los principios que hoy rigen a todas las Universidades Nacionales Argentinas: libertad de cátedra, asistencia libre, periodicidad de la cátedra, libre ejercicio de la docencia, concursos para la distribución de cargos, publicidad de los actos universitarios, gratuidad de la enseñanza, formas de enseñanza donde el estudiante tenga la posibilidad de intervenir propositivamente y extensión universitaria abierta a la comunidad. En suma, la democratización de la enseñanza universitaria.

Hoy, a cien años de estos sueños que se convirtieron en realidades, las universidades nacionales se encuentran interpeladas por nuevos desafíos y nuevas amenazas. Es una responsabilidad continua como educadores defender a la Universidad Pública como uno de los más importantes actores sociales y eje de la estructuración de una sociedad cada día más compleja. El acceso irrestricto, la gratuidad y la excelencia educativa son pilares a defender con la labor diaria, tanto en las aulas como fuera de ellas. Sólo de esta manera se podrá honrar la memoria de estos luchadores que, con sus convicciones, aseguraron que las universidades nacionales tuvieran un futuro que sigue hasta hoy y continuará en la medida que la defendamos. Esa es la responsabilidad a tomar y cumplir.